Las fórmulas simplistas han agotado su ingenuidad.
Existe un crimen en nuestra sociedad: subestimar la complejidad para abusar de la comodidad intelectual y emotiva a través del relativismo, la negación de los hechos comprobables y la ausencia de revisiones y chequeos.
La única prioridad que se deduce en ese hábito punitivista: la destrucción de aquello señalado como amenaza para la restauración del estatus quo.
Ahí es donde resulta más peligrosa la cura que la enfermedad, la solución que el problema, la razón que la locura, el bien que el mal.
Entendemos el punitivismo como una fuerza seductora, que en su contradictoria búsqueda de justicia, sólo alimenta su problemática, bien intencionada e inagotable sed de venganza.
Hablamos de la conducta de autoridades institucionales, y hablamos también de nuestra conducta cotidiana.
El punitivismo es autoritarismo.
El punitivismo es narcisismo.
El punitivismo es paranoia.
El punitivismo es violencia.
La propuesta entonces, en palabras de Nora Cortiñas
«Donde haya injusticia… ahí me planto»
Plantarme a observar, a aprender,a acompañar, a comunicar y a construir.
Plantarme para trascender el propio punitivismo ; y juzgar entonces instituciones y decisiones, pero no a personas.
Plantarme en defensa de otro ser humano como la única garantía de un futuro mejor, para cada ser en este mundo, ayer, hoy y siempre.
(Redacción Original, noviembre 2019)