Nuestros saberes concretos, nuestras contradicciones y las injusticias que hemos padecido, todo puede ser transmitido en el marco de una historia, humanizando los datos y precisiones para facilitar la posibilidad de la identificación.
Las historias nos resultan interesantes como audiencia porque tienen muchas cosas en común con nuestro propio recorrido personal, o tal vez porque no, y justamente nos gusta lo que vemos en el contraste entre la voz del relato y nuestra propia vida.
Las historias nos impactan más si son palpables, cercanas, lo más directas posibles. Estas abren un puente que con nuestras decisiones a futuro, y nos regalan la oportunidad de viajar con ellas a resignificar episodios de nuestro pasado.
Narrarlas nuestras
Contar una historia implica, paradójicamente, el ejercicio de distanciarnos de la versión oficial de nuestro pasado, apartando las conclusiones que alguna vez sacamos, centrando nuestra atención en quienes serán nuestras audiencias.
La presencia de otra persona nos demanda construir una estructura desde la cual ir describiendo y relatando nuestras acciones desde cero. Desde este punto de partida iremos indagando y retratando en detalle qué cosas sucedieron, reuniendo elementos y tratando de forjar una coherencia interna entre cada punto del relato, casi como periodistas contando algo que le pasó a otra persona.
Cada cuestión que llame la atención podrá transformarse en una pregunta, respondida en el proceso de ir desmenuzando con el mayor grado de autenticidad posible qué pasó. Contar historias implica necesariamente mirar en nuestros corazones, y desde la raíz de nuestras identidades rearmar relatos genuinos y vigentes.
Cada retina amplifica
Mientras vamos documentando y compartimos nuestras crónicas de trabajo, un número imprevisible de audiencias comienza un proceso de interacción del lado opuesto de la pantalla. En el proceso habrá miradas que resulten interpeladas de una u otra manera por nuestras historias, personas que vean momentos de sus propias vidas representados en nuestra narración. Audiencias cerca y lejos, desafiando geografías y tiempos, como solo internet nos permite construir.
Así nuestras historias se liberan del peso de ser retenidas y se vuelven colectivas, compartidas y semillas para nuevas vivencias. El pasado es sustrato presente para un futuro nuevo, entre audiencias y autores de historias reales, contadas en 1ra persona.